domingo, 29 de septiembre de 2013

David Rockefeler desea una crisis para someter a las naciones

David Rockefeller en una cena con embajadores de la ONU: “Estamos al borde de una transformación global. Todo lo que necesitamos es una gran crisis y las naciones aceptarán el Nuevo Orden Mundial”.

El magno objetivo de estas sagas de banqueros internacionales lo enunció perfectamente uno de sus máximos exponentes, David Rockefeller: “De lo que se trata es de sustituir la autodeterminación nacional, que se ha practicado durante siglos en el pasado, por la soberanía de una elite de técnicos y de financieros mundiales”.

David Rockefeller fue el conspirador mundial por excelencia, el Rey de los cenáculos ocultos. A sus órdenes trabajaron los agentes secretos de la CIA, el MI6, el MOSSAD y especialmente la INTERPOL, que es obra suya.

Ningún medio de comunicación masivo se atrevería jamás a desvelar los planes secretos de Rockefeller y sus amigos. Siempre guardaron un sospechoso silencio en torno a las secretas actividades de las dinastías de banqueros norteamericanos: los Morgan, los Davison, los Harriman, los Khun Loeb, los Lazard, los Schiff o los Warburg y, por supuesto, los Rockefeller.

En 1991, en referencia al informe del Centro para el Desarrollo Mundial, David Rockefeller confesó: “estamos agradecidos con el Washington Post, el New York Times, la revista Time, y otras grandes publicaciones cuyos directores han acudido a nuestras reuniones y han respetado sus promesas de discresión (silencio) durante casi 40 años. Hubiera sido imposible para nosotros haber desarrollado nuestro plan para el mundo si hubieramos sido objeto de publicidad durante todos estos años”.

El excéntrico y supuestamente filantrópico David Rockefeller, que tiene ya casi un siglo de vida, es sin duda el personaje más trepidante y controvertido de esta casta de usureros a la que nos referimos. Muy pronto, cuando los diarios anuncien su fallecimiento, tendremos ocasión de conocer su insólita biografía. Descubriremos datos que nos apabullarán.

El fundador de la dinastía Rockefeller fue el abuelo de David, de nombre John Davison Rockefeller, descendiente de judíos alemanes llegados a EEUU en 1733. Junto con la saga de los Morgan y el grupo bancario Warburg-Lehman-Kuhn&Loeb, constituyó el triunvirato plutocrático del llamado Eastern Establishment. Su imperio económico se gestó durante los años de la Guerra de Secesión (1861-1865) que enfrentó a los terratenientes esclavistas del sur con los comerciantes e industriales del norte y que se saldó con 600.000 muertos.

Los grandes triunfadores de aquella guerra fueron cuatro familias oligárquicas, los Vanderbilt, los Carnegie, los Morgan y los Rockefeller, que se beneficiaron del conflicto como proveedores de bienes y servicios y acrecentaron su imperio económico después con la concentración monopolista que sucedió a la contienda, llegando a controlar en 1880 el 95% de la producción petrolera norteamericana. La fortuna de los Vanderbilt se diluyó con el tiempo, la de los Carnegie fue en parte succionada por los Morgan, y la de los Rockefeller se dispersó entre los muchos y mal avenidos descendientes del viejo John Davison, petrolero y banquero, fundador de la Standard Oil y del Chase National Bank, luego denominado Chase Manhattan Bank, cuya emblemática sede en Nueva York fue el primer edificio construido en Wall Street. El Chase se convirtió en un pilar central en el sistema financiero mundial, siendo el Banco principal de las Naciones Unidas, y llegó a tener 50.000 sucursales repartidas por todo el mundo. Los presidentes del Banco Mundial John J. McCloy, Eugene Black y George Woods trabajaron en el Chase anteriormente. Otro presidente, James D. Wolfensohn, también fue director de la Fundación Rockefeller.

David Rockefeller, el más famoso de la saga, es nieto del mítico John Davison Rockefeller e hijo de John D. Rockefeller junior, que se casó con la hija de Nelson Aldrich, líder de la mayoría republicana en el Senado y al que se le conoció como “gerente de la nación”. La madre de David era una enamorada de la pintura y por iniciativa suya se construyó el Museo de Arte Moderno (MOMA) de Nueva York, ubicado en la mansión en la que nació David y sus hermanos.

David, el menor de seis hermanos, todos ya fallecidos, tuvo también seis hijos y diez nietos que, junto a los hijos y nietos de sus hermanos, forman el actual clan Rockefeller.

David Rockefeller (Izq.), banquero y petrolero como su padre (Dcha.) y su abuelo, trabajó en los servicios secretos durante la II Guerra Mundial y abrió el camino para la creación de la ONU en 1945, cuya sede principal se encuentra en un terreno donado por él en Nueva York. Se codeó con los principales mandatarios del siglo XX. Dirigió los lobbys más poderosos del mundo, como el CFR, el Club de Bilderberg y la Comisión Trilateral.

Como buenos banqueros sin escrúpulos, los Rockefeller apoyaron y financiaron a los nazis alemanes. Incluso se permitieron reescribir la historia. La Fundación Rockefeller invirtió 139.000 dólares en 1946 para ofrecer una versión oficial de la II Guerra Mundial que ocultaba la realidad acerca del patrocinio de los banqueros internacionales con el régimen nazi, que también obtuvo los favores de su empresa más emblemática: la Standard Oil. Las iniciativas de esta Fundación, que también ha financiado grupos como los Hare Krishna o los rosacruces de AMORC, son a veces sorprendentes.

David es hermano del que fuera Senador, Gobernador de Nueva York y vicepresidente de EEUU (con Gerald Ford, tras la dimisión de Nixon) Nelson Rockefeller, que heredó de su abuelo materno la vocación política.

En 1962 Nelson declaró: “los temas de actualidad exigen a gritos un Nuevo Orden Mundial, porque el antiguo se derrumba, y un nuevo orden libre lucha por emerger a la luz… Antes de que podamos darnos cuenta, se habrán establecido las bases de la estructura federal para un mundo libre”.

David Rockefeller, al que el presidente Carter le ofreció dirigir la Reserva Federal (declinó a favor de su amigo Volcker), se rodeó de lugartenientes tan poderosos como Henry Kissinger, Zbigniew Brzezinski, Lord Carrington y Etienne Davignon, que también merecen ser citados aquí.

Abraham ben Elazar, más conocido como Henry Kissinger, es considerado como uno de los cerebros del Nuevo Orden Mundial. De origen judío-alemán, empezó como asesor de Nelson Rockefeller en los años 50, ostentó altas responsabilidades en la Administración en los años 60 y 70, con Kennedy, Jhonson, Nixon y Ford. Llegó a ser Vicepresidente de los Estados Unidos con Ford, secretario personal de Nixon, Jefe del Consejo Nacional de Seguridad y del Departamento de Estado, y Ministro de Asuntos Exteriores en repetidas ocasiones.

Colaboró estrechamente con David Rockefeller en el elitista Consejo de Relaciones Exteriores, del que fue presidente. Del CFR han salido desde entonces todos los presidentes de los Estados Unidos excepto Ronald Regan, cuyo equipo estuvo formado mayoritariamente por miembros del CFR. También pertenece a la Comisión Trilateral, el Club de Bilderberg y otras organizaciones de la órbita Rockefeller. Su compañía de consulting Kissinger Associates, tiene como clientes a Estados deudores y a multinacionales acreedoras.

El polaco Zbigniew Brzezinski, casado con una sobrina del que fuera Presidente de la República Checoslovaca Eduard Benes, fue reclutado por Rockefeller en 1971. Llegó a ser Consejero de Seguridad Nacional del gobierno de los Estados Unidos durante la Administración Carter, pero ya con anterioridad había sido nombrado director de la Comisión Trilateral, a la que él mismo definió como “el conjunto de potencias financieras e intelectuales mayor que el mundo haya conocido nunca”.

Afirma que: “la sociedad será dominada por una elite de personas libres de valores tradicionales que no dudarán en realizar sus objetivos mediante técnicas depuradas con las que influirán en el comportamiento del pueblo y controlarán con todo detalle a la sociedad, hasta el punto que llegará a ser posible ejercer una vigilancia casi permanente sobre cada uno de los ciudadanos del planeta”. En otro momento dijo: “esta elite buscará todos los medios para lograr sus fines políticos tales como las nuevas técnicas para influenciar el comportamiento de las masas, así como para lograr el control y la sumisión de la sociedad”. Ni siquiera George Orwell, autor de la terrorífica novela “1984”, lo hubiera expresado mejor.

En una entrevista publicada por el New York Times el 1 de agosto de 1976, Brzezinski afirmaba que “en nuestros días, el Estado-nación ha dejado de jugar su papel”. En cierta ocasión pronosticó “el ocaso de las ideologías y de las creencias religiosas tradicionales”.

Brzezinski es especialista en métodos de control social, sus ensayos publicados dibujan un horizonte orwelliano en el que el Gran Hermano vigila y controla permanentemente a cada individuo. Predijo la existencia de gigantes bases de datos donde se almacenan ingentes cantidades de información sobre cada ciudadano (como la que tienen los servicios de inteligencia españoles en El Escorial, Madrid), la instalación masiva de cámaras de vigilancia en las calles y edificios (que ya es un hecho en todas las ciudades del mundo), la generalización de satélites espía de increíble precisión (como los que usan las tropas de EEUU desde la Guerra del Golfo) y la puesta en funcionamiento de documentos de identidad electrónicos (como lo son los modernos pasaportes y carnés de identidad, que contienen un microchip con abundante información del propietario).

La fascinación de Brzezinski por la tecnología aplicada al control social encaja perfectamente con los planes de la elite plutocrática, que ya ha desarrollado nuevos y espeluznantes artilugios, como el microchip subcutáneo con localizador que pretenden hacer obligatorio para toda la población mundial y que sustituiría, unificándolos, a los actuales carnés de identidad, pasaportes, tarjetas de crédito, carnés de conducir, tarjetas de la Seguridad Social, etc., posibilitando la desaparición del dinero físico.

Otro invento terrible que ya nos tiene preparado la elite ha sido diseñado por la compañía estadounidense Nielsen Media Research en colaboración con el Centro de Investigación David Sarnoff (organismo controlado por el CFR y la Sociedad Pilgrims). Se trata de un dispositivo que, una vez instalado en el televisor, permite observar e identificar desde una estación de seguimiento a los espectadores sentados frente a la pequeña pantalla. Este dispositivo evoca “el ojo que todo lo ve”, el Horus egipcio que aparece en los billetes de dólar. El “ojo que todo lo ve” no es sólo un recurso literario en la novela de Orwell 1984. Ya existen millones de cámaras instaladas en carreteras, calles, empresas y locales públicos, y millones de webcam en hogares de todo el mundo. Sin contar con los modernos sistemas operativos del monopolio Microsoft, como el Windows Media, que rastrea sin cesar todos nuestros movimientos a través de la red y permite leer nuestros correos privados de Outlook, el estado de nuestras cuentas corrientes cuando accedemos a la web de nuestro Banco, las palabras clave que utilizamos en los buscadores como Google y el contenido de las páginas que visitamos en Internet.

Lord Carrington, cuyo verdadero nombre es Peter Rupert, fue ministro británico en sucesivos gobiernos, miembro destacado del RIIA (el equivalente al CFR en Gran Bretaña) y de la Sociedad Fabiana, Secretario general de la OTAN, directivo del Barclays Bank y del Hambros Bank y, a partir de 1989, presidente del siniestro Club de Bilderberg.

El cuarto lugarteniente Rockefeller y Secretario General del Club de Bilderberg es el vizconde Etienne Davignon. Su currículum lo dice todo: presidente y fundador de la European Round Table (Mesa Redonda de Industriales, lobby de las multinacionales europeas), ex vicepresidente de la Comisión Europea, miembro de la Trilateral y del Center for European Policy Studies, ministro belga de Exteriores, presidente de la Asociación para la Unión Monetaria en Europa, primer presidente de la Agencia Internacional de Energía, presidente de la Société Générale de Belgique, presidente de Airholding, vicepresidente de Suez-Tractebel, administrador de Kissinger Associates, Fortis, Accor, Fiat, BASF, Solvay, Gilead, Anglo-american Mining, entre otras corporaciones.

Extracto del libro GOBIERNO MUNDIAL, de Esteban Cabal.



sábado, 21 de septiembre de 2013

Soy ateo, gracias a Dios


"No creo en dios y no me hace ninguna falta. Por lo menos estoy a salvo de ser intolerante. Los ateos somos las personas más tolerantes del mundo. Un creyente fácilmente pasa a la intolerancia. En ningún momento de la historia, en ningún lugar del planeta, las religiones han servido para que los seres humanos se acerquen unos a los otros. Por el contrario, sólo han servido para separar, para quemar, para torturar. No creo en dios, no lo necesito y además soy buena persona". EL BLOG por Jose Saramago

viernes, 20 de septiembre de 2013

Comité Central de Bandera Roja da un parao a la “quintacolumna”


Con una mayoría significativa y cualitativa de dirigentes nacionales, el máximo órgano de decisión política del partidoBandera Roja decidió por unanimidad rechazar las actuaciones liquidacionistas y pro oficialistas de una pequeña fracción que se ha dedicado a desvirtuar nuestra línea revolucionaria y nuestrapolítica unitaria de enfrentar el despotismo y la farsa revisionistadel actual régimen.

 

Accionarán en TSJ

Encabezado por el Secretario General y su Adjunto, Gabriel Puerta y Carlos Hermoso, respectivamente, el Comité Centraldeterminó que entre sus primeras acciones está la de rescatar sutarjeta electoral que fue secuestrada por Pedro Véliz, actual presidente del partido, quien con mentiras y falsedades logró a su favor una medida cautelar de la Sala Constitucional del TSJ que lesiona los derechos autónomos del partido, de sus organismos naturales y de todos los militantes. Para ello accionarán ante esta instancia judicial basándose en los Estatutos vigentes aprobados en el transcurso del  Congreso de agosto de 2012 y buscarán demostrar el fraude procesal en que está sostenido ese recurso de amparo. Al lograr el rescate de la tarjeta, se echarán para atrás las postulaciones para las elecciones del 8 de diciembre hechas con ella que contravengan los acuerdos alcanzados en la Mesa de la Unidad Democrática (MUD).

 

Comité Central asume la dirección

En vista de que la crisis económica, social y política está alcanzado en gran parte de la población venezolana grados de descontento y molestia que anuncian tempestades, el Comité Central acuerda funcionar de manera regular y permanente a fin de dar respuestas a dicha circunstancia, y por ello decide no delegar ninguna función al Comité Político Nacional, órgano en el cual la fracción liquidacionista se ha apoyado de manera tramposapara conspirar y gestar sus actividades contra el partido y contra la unidad. Por ello, emáximo organismo decisorio de Bandera Roja condena y critica a quienes actuando como una fraccióndedican sus esfuerzos a dañar al partido buscando crear dudas e intrigas en la militancia y en su dirigencia media, tratando de torpedear lo que es nuestra principal razón de ser: convertirnos en una vanguardia que pueda guiar a nuestro pueblo en la lucha por su liberación contra toda forma de explotación y expoliación.

 

El 26 octubre eligen nuevas autoridades

Unánimemente el Comité Central de Bandera Rojaacogiendo la decisión del 15 de mayo de la Sala Electoral del TSJ se ha comprometido a desarrollar el nuevo proceso electoral interno, basándose en la preservación de la democracia interna y en el mantenimiento muy firme de nuestros principios revolucionarios. Sin embargo, quienes acan como unaquintacolumna se han mantenido al margen del desarrollo del Cronograma aprobado por la Comisión Electoral Nacional, buscando seguramente mantener en la incertidumbre la dirección legal de la organización, pues le temen a una contienda electoral transparente y desaprovechan lo que estipulan los Estatutos y el Reglamento Electoral para abrir fórmulas de integración;desaprovechando incluso la oportunidad que les dio la Sala Electoral al considerar con lugar el recurso por ellos accionado y ordenar convocar un nuevo proceso electoral.

 

Llaman a fortalecer sus filas

Por último, el Comité Central de Bandera Roja exhorta a todos nuestros militantes, amigos y simpatizantes a redoblar los esfuerzos por fortalecer política, organizativa e ideológicamente nuestras filas, pues la crisis del país requiere de nuestro aporte transformador para que la alternativa frente a este régimen conduzca a un cambio progresista, democrático, popular y nacionalista que abra las puertas a una nueva esperanza de prosperidad, soberanía e independencia para nuestra patria y para nuestro pueblo.

 

Comité Central de

Bandera Roja

Sábado 14 de septiembre de 2013




miércoles, 18 de septiembre de 2013

La UJR en acción: Denunciaron acoso político de autoridades de la Ucsar


La pugna política interna en la Universidad Católica Santa Rosa se intensifica. Ayer en la mañana, cuando comenzaba el nuevo período académico, cientos de estudiantes de la institución protestaron frente a la sede en La Pastora, en rechazo a los atropellos cometidos durante la temporada vacacional contra dirigentes universitarios, profesores y obreros.En asamblea general efectuada ayer, el vicepresidente del Centro de Estudiantes, Eusebio Acosta, y el consejero universitario Carlos Arencibia denunciaron que las nuevas autoridades de la Ucsar, en abierto apoyo al pensamiento oficialista, despidieron a dos decanos y al vicerrector de posgrado “por pensar distinto”. 
Ante 500 estudiantes, Arencibia advirtió que entre julio y agosto el rector Alí Rojas Olaya, junto con los miembros de la Fundación Santa Rosa, realizó varios cambios en la universidad que pretenden ejercer la transformación universitaria defendida por el Gobierno central.“En vacaciones asistimos a una reunión con las nuevas autoridades, en la que dijimos que los líderes estudiantiles poníamos a la orden nuestros cargos, si el rector ponía a la orden el suyo. Intentan que la academia no sea libre, democrática, sino que responda a un único pensamiento”, señaló Arencibia.Los dirigentes aseguraron ser víctimas de persecución y amenazas de muerte a raíz de que divulgaran una serie de irregularidades en la institución, entre las cuales destaca la presunta infiltración de funcionarios del Sebin en la Ucsar, como consecuencia de la designación de Samuel Vegas (fundador del colectivo Radio 23) como nuevo gerente general de la Fundación Santa Rosa El descontento estudiantil también se debe al escaso aumento de los salarios de los obreros, cuyo contrato colectivo se encuentra en discusión actualmente.Al finalizar la asamblea, acordaron exigir que sean realizadas elecciones generales para todos los cargos de representación.

Fuente: El Nacional
Andrea Montilla K.
17 de septiembre 2013 - 12:01 AM

martes, 17 de septiembre de 2013

LA QUINTA COLUMNA, UNA CATEGORÍA... ARTÍCULO DE CARLOS HERMOSO


La expresión quintacolumna nace en uno de los episodios de la historia universal más conmovedores. Al inicio de la Guerra Civil española, el general Mola -uno de los principales protagonistas del golpe de Estado de julio de 1936 contra la República española- acuña la expresión cuando:

... Mola, “el Director”, fue el encargado de planificar la táctica del golpe y el que estableció el plan a seguir. Durante la 1ª fase de la Guerra Civil, cuando los sublevados avanzaban hacia la capital en agosto de 1936, Mola fue entrevistado por un periodista. Éste le preguntó cuál de sus cuatro columnas entraría primero en Madrid a lo que el general respondió de la siguiente manera: “Lo hará una quinta que ya está dentro de la capital”. Se refería a parte de la población madrileña simpatizante con el golpe y de la que esperaba trabajasen clandestinamente por la victoria de los sublevados. Sus intervenciones fueron variadas: difusión de información para minar la moral de la población y así facilitar la entrada de los insurrectos, recopilación de informes sobre cuestiones militares o la dotación de asilo a represaliados y perseguidos o confección de planes de huida hacia la zona “nacional”.

La fuerza semántica del término, por tanto, proviene de un hecho histórico cuya dimensión trágica y sublime para el movimiento comunista internacional se ha expresado en todas las manifestaciones artísticas. En la música toda, en sus himnos y canciones. En la pintura, entre las que destaca el Guernica de Picasso. En el cine. En general, la cultura universal se vio enriquecida con la obra inspirada en la Guerra Civil. La pasión desbordada como la plasma Hemingway en su gran obra Por quiên doblan las campanas, acompañada, entre muchas otras, por Soldados de Salamina, La lengua de las mariposas de Manuel Rivas, bello cuento llevado a la pantalla en una cinta dirigida por José Luis Cuerda. La poesía -donde destaca Miguel Hernández, acompañado por Alberti, Vallejo, entre otros- deja una impronta en la cultura universal.

En fin, la Guerra Civil española es un episodio que debía dejar profunda huella en el mundo entero en lo artístico tanto como en lo político e ideológico. Las controversias sobre este hecho histórico no cesan, se avivan. Menos la referencia hacia la deleznable conducta de los quintacolumnistas, solo reivindicada por reaccionarios de todo tipo.

La fuerza semántica que van a adquirir algunas palabras durante la Guerra Civil Española es el resultado de la magnitud de la contienda cuando las grandes aspiraciones redentoras, revolucionarias y libertarias del pueblo español se ven frustradas por la criminal acción del fascismo español e internacional, junto a la Alemania nazi y el fascio italiano. Del lado republicano y revolucionario, las brigadas internacionales expresan la solidaridad de los pueblos del mundo en su máxima expresión.

De esta manera se acuñan palabras cuyo uso en las consignas y la jerga cotidiana va a convertirlas en categorías, esto es, palabras que van a integrar, cada una de ellas, nociones abstractas en que se encuentra organizada la realidad. En el caso de la España convulsionada por la guerra fueron muchos los términos que alcanzan tal dimensión. Estas categorías y su contenido saltan las fronteras de España y se difunden por el mundo entero, se internacionalizan, adquieren vida más allá de España. Mientras, en medio del conflicto, acusar a alguien de “rojo” conllevaba condena de muerte si se era apresado en los sectores controlados por los fascistas. Luego de la derrota republicana, tal señalamiento las más veces conducía a la muerte, la tortura, la cárcel, y quienes lograban escapar la salida era el exilio. “Rojo”, republicano, “facho”, entre muchas, viajan por el mundo, en medio de consignas, canciones, poemas. Una de las categorías más negativas y despreciables fue la de quintacolumna por el papel que jugó en favor del fascismo.

En nuestro caso, en la experiencia venezolana reciente, en estos tiempos de confusión creada por el chavismo -caldo de cultivo para propiciar este espíritu abyecto- el gobierno chavista ha estado desarrollando una política cuyo objetivo es precisamente crear una quintacolumna dentro de la oposición. Los llamados saltos de talanquera forman parte de esta política siendo su preámbulo la labor de zapa contra las fuerzas democráticas, creando confusión, sembrando escepticismo.

Indiscutiblemente algunas de las falencias políticas de la oposición contribuyen a que algunas de estas gentes justifiquen su labor, y a partir de aquéllas van a elaborar ideas y políticas inscritas dentro de la estrategia chavista. O, bien, dividiendo las fuerzas opositoras, como se expresa en el municipio Libertador.

Además, la prepotencia chavista, el uso de las instituciones del Estado en función de “contribuir” con quienes se inscriben dentro de esta política, hace aún más deleznable esta determinación de la política. Esto es, el chavismo pone recursos diversos al servicio de quienes asumen la felonía como política, desde dineros del Estado hasta instituciones como el Tribunal Supremo de Justicia.

La quintacolumna excretada de las filas de Bandera Roja ha jugado un papel nada despreciable. Contribuye con la confusión reinante. Como aspiraban los fascistas españoles: siembran especies para desmoralizar. Por ello se presentan como de oposición, pero planteando “alternativas” unitarias “nuevas”. Incluso, hablan con gente del partido y les manifiestan sus posiciones en favor de la salida democrática y en contra del oficialismo, mientras cumplen orientaciones que claramente favorecen al régimen despótico, en tanto que dispersan las fuerzas.

Aparte de esto, los quintacolumnistas no pierden oportunidad para propagar vilipendios contra dirigentes del partido sin sustento alguno que no sean sentimientos de odio y revancha. Ellos saben que debilitar una vanguardia de los trabajadores atenta contra un aspecto esencial de la política desde la perspectiva popular y revolucionaria. Cuestión que es de las que más favorecen al régimen despótico imperante en Venezuela y a quienes propugnan salidas continuistas en el sentido de mantener el actual esquema en la distribución de la riqueza.

La quintacolumna, de otra parte -nutriéndose de elementos inestables-, asume por momentos el discurso más extremista para atraer alguna que otra voluntad. Razones suficientes que permiten entender una problemática que encuentra terreno fértil en la descomposición ética y política de un grupo de personas que se han apartado del camino revolucionario. Que buscan algún espacio donde realizar aspiraciones que nada tienen que ver con el interés popular y nacional, ni con la perspectiva revolucionaria de los trabajadores venezolanos.

Teniendo su origen en la España revolucionaria y republicana, que sufrió de la acción de la quintacolumna franquista, hoy se repite la historia, tal vez, como dijera Marx, como comedia, dado que sus efectos -y lo decimos con mucha convicción- serán anulados por la firme respuesta de todo el colectivo de Bandera Roja y sólo quedarán como un episodio rayano en el ridículo.



Carlos Hermoso, Secretario General (adjunto) de Bandera Roj
Caracas, 17 de septiembre de 2013

¡Ésta no es otra canción de amor para Chávez!, por Xochil Schütz


La poeta alemana Xochil Schütz relata, en clave de crónica, su experiencia y participación en el décimo Festival Mundial de Poesía en Caracas. El espíritu de este texto es descrito por Schütz como las "impresiones del país que se autodenomina Socialismo del Siglo XXI".
Por Prodavinci | 14 de Septiembre, 2013


El viaje para Caracas dura quince horas.Salgo del avión un sábado por la tardecansada y pegostosa. Antes de presentarme ante los representantes del 10. Festival Mundial de Poesía que me recogerán en el aeropuerto, quiero refrescarme en el baño, pero no tengo tiempo. No he terminado de recorrer la pasarela del avión cuando veo mi nombre en un letrero sostenido por una joven. Paso, conducida por ella, sin tener que hacer la inmensa cola del control de pasaportes, al área VIP del aeropuerto. Está fuertemente vigilada por dos mujeres uniformadas de mirada mordaz.
La sala de aspecto señorial, amoblada con sofás de cuero, tiene aire acondicionado. En las paredes lucen pinturas, la más grande de todas muestra al presidente Hugo Chávez, fallecido en mazo de 2013.
Junto con otros poetas que también esperaban en el área VIP soy conducida a través de la instalaciones del aeropuerto en dirección a la salida. Mi vista se detiene sobre una gigantesca cola de personas esperando. Es ancha y seguro de por lo menos cien metros de largo. La mujer que nos busca me mira y dice: “Esperamos que te guste Venezuela”.
El viaje para Caracas dura cuarenta minutos. Veo montañas y pronto miles de chozas armadas de ladrillos, que se aferran a sus laderas.
Cuando le digo a la joven colaboradora del festival que debo cambiar algo de dinero, me exhorta a que los cambie con ella, de forma personal. Quiere viajar a Europa dentro de poco. La entiendo; aunque su abrupta exhortación y algo en su tono de voz me hace desconfiar. Que el gobierno ha establecido una tasa de cambio extremadamente baja, que los venezolanos tienen dificultades para acceder a divisas y que por eso se pagan altos precios por moneda extranjera en el mercado negro, eran cosas que había leído antes de emprender el viaje.
Más tarde, la joven me ofrece canjear mis euros por un precio que en realidad está 80% por debajo del precio promedio del mercado negro e incluso muy por debajo del cambio oficial. Me siento engañada. Me cuesta encontrar el valor para decirle a la joven que me está ofreciendo muy poco dinero. Cuando me oye, hace como si estuviera enterándose de que existe un mercado negro y me monta una escena de gran sorpresa. Poco después me ofrece un tipo de cambio un poco más alto que el anterior y me explica que debido a que ella trabaja para el Gobierno no puede pagar precios de mercado negro. Acepto el trato (que aún es desventajoso) porque temo que en los próximos días tendré que lidiar con frecuencia con esta joven y no quiero arruinar completamente el de por sí ya incómodo ambiente. A pesar de eso no me siento muy bien.
Seis semanas antesLa invitación es formal y amigable. La Casa de las Letras de Caracas me invita a participar en el Festival Mundial de Poesía. Me alegra mucho, pues me gusta viajar. El Ministerio de la Cultura estaba dentro de los patrocinantes. En Alemania el Estado también apoya este tipo de eventos. No creo que la situación amerite mayor precaución. Cuando Hugo Chávez aparecía en los medios alemanes, su autopromoción me parecía incómoda. Ahora está muerto y yo un poco curiosa. ¿Logró algo políticamente? ¿Es tal vez Venezuela un ejemplo de que el socialismo sí puede funcionar?
Acepto la invitación al Festival. Me informo regularmente a través del Internet sobre la situación política del país. Poco a poco comienzo a dudar: La economía está evidentemente en el suelo. Los medios de comunicación, se lamenta la prensa internacional, se encuentran controlados; el último canal de televisión independiente está siendo comprado por el Estado. De pronto leo que militares han torturado a manifestantes críticos al gobierno. No me suena a socialismo. Suena a dictadura. Pienso en cancelar mi participación en el Festival.
“Tú no eres Günter Grass”, me dice mi mejor amiga. “Tu ausencia no tendría ningún efecto. Y tal vez esas personas lo que están necesitando es poesía”.
Decido emprender el viaje. Poco después recibo el programa del Festival. En la primera página luce una imagen de Chávez. ¿Y esto qué es? No tengo nada que ver con este señor y nada de ganas de dejarme instrumentalizar.
También me pone a pensar el hecho de que yo —como poeta— debo abrir el festival. Con la actual situación política del país me parece un dudoso honor. Considero la posibilidad de citar las palabras de Rosa de Luxemburgo en la tarima: “La libertad es siempre libertad para el que piensa diferente”.
“Eres invitada”, me dice alguien. “No puedes ofender a los anfitriones”. Además de estar en contacto con los organizadores del Festival Mundial de Poesía, también estoy en contacto con el director de la biblioteca del Instituto Goethe en Caracas. Uno de mis talleres sobre la poesíaslamtendrá lugar allí. Le escribo que la situación política del país me parece muy interesante. Me responde invitándome a un almuerzo informal con algunos autores críticos al gobierno. Me alegro mucho y me siento aliviada de no ser instrumentalizada por sólo uno de los lados. Sin embargo sigo teniendo una mala sensación respecto a este festival.
El hotel en el que nos hospedamos queda en el centro de la ciudad. Me dicen que no debo salir sola. Caracas es peligrosa. Se trata del antiguo Hotel Hilton que desde hace años pasó a manos del Gobierno de Chávez. Desde entonces no han limpiado las ventanas, las alfombras están sucias y la ducha de mi habitación no funciona. El servicio de habitación me trae el agua que pedí después de una hora. La siguiente simplemente no me la trae. El agua del chorro no es potable. Tengo sed. Comienzo a comprar agua en la tiendita del hotel, que abre de vez en cuando. En el desayuno evito además comer mantequilla. Está rancia.
De los cuatro ascensores del rascacielos funciona normalmente sólo uno. En consecuencia hay que esperar largos e improductivos ratos durante las horas de mayor afluencia. Cuando los huéspedes del hotel nos enteramos de que había un ascensor que sube a partir del segundo piso (mejor que nada), salimos corriendo en competencia para subir por la escalera.
En otra oportunidad me embuto entre el amasijo de gente aprisionada en el ascensor. La gente se molesta. Si el ascensor llega a quedarse parado a mitad de camino, seguro que me linchan.
A veces subo los 15 pisos a pie. Tengo muchas actividades previstas y no siempre tiempo para esperar.
No necesito lujo, pero este hotel no funciona lo suficiente.
Bienvenida oficial. El domingo en la tarde se nos da una bienvenida oficial a los cincuenta invitados al festival en el patio de un museo cercano al hotel. No, en realidad no se nos da la bienvenida. Se nos da un discurso en el que se exaltan los logros del gobierno socialista en el área de la cultura. Luego un segundo discurso, en el cual se exaltan los logros del gobierno socialista en el área de la Cultura. Luego un tercer discurso en el que el director de la Casa de las Letras, institución que nos ha invitado, con una mezcla de fervor y vanidad, expone que fue amigo personal de Chávez y lo grande que es el socialismo.
Durante los siguientes ocho días que estaré en Caracas, escucharé antes y durante cada uno de los eventos las palabras “Chávez”, “Comandante”, “Presidente” y “Patria”. Ya en este primer día su uso excesivo hace que mis oídos no las toleren más. Estoy alterada. Perpleja. ¿Qué es esto?
Es lunes por la tarde. Dentro de poco tendrá lugar la inauguración oficial del Festival en el teatro más grande de Suramérica. Se esperan más de dos mil personas. Me preguntan si quiero decir algunas palabras antes de recitar mi poema. De ser afirmativo, debo decir exactamente qué palabras serán. Respondo que no y me molesto un poco, porque luego del saludo informal que nos hicieron en el teatro, en el que se exaltaron los logros del gobierno en el área cultural del país y se nombró a Chávez al menos diez veces, había pensado de hecho en la posibilidad de decir algo.
Resulta que hay otra presentación antes de la mía: la de Chávez. En una pantalla gigantesca se le ve y se le oye, gesticulando de forma exageradamente sentimental, mientras recita un poema.¿Este tipo realmente tenía que saber hacer de todo?—pienso. Entonces salgo al escenario. La gigantesca sala está casi vacía. Tal vez unas 300 personas se veían dispersas en ella. De esas 300, a lo largo de la noche, algunas gritan regularmente en coro “Chávez”. Es extraño; tiene un aire de teatro escolar.
Detrás del escenario, para los poetas, hay agua en pequeñas botellas de plástico. Tienen pegada una etiqueta en la que un nombre está impreso en letras gigantes: Chávez. El agua sabe venenosamente a plástico. Tengo sed, pero no me provoca tomarla.
Es martes por la mañana. Junto a mi intérprete voy en un taxi al Instituto Goethe. Allí doy mi primer taller sobre poesía slam. Doce personas, jóvenes en su mayoría, asisten al taller. Hablo sobre la poesía slam, el efecto social y literario que tiene… y que eventualmente no tiene. Escribimos textos acerca de la realidad social, los recitamos al grupo y los discutimos. Todos hablan libremente y ninguno grita “Chávez”. Es sólo luego de que recito mi texto recién redactado, que pregunta si Venezuela se está convirtiendo en una dictadura, que el ambiente cambia: una participante del taller desmiente con ahínco que la libertad de expresión se encuentre limitada en el país. Otros responden con indignación que en la Universidad ya no se puede hablar libremente por miedo a posibles consecuencias. Suena inquietante. No. Suena aterrador.
Dos jóvenes participantes deciden fundar un slam de poesía. Por supuesto es algo que me alegra.
Después del taller tiene lugar el almuerzo informal con el director de la biblioteca del instituto, su compañera de trabajo y dos artistas críticos al gobierno. Ambos artistas boicotean el festival por ser organizado por el Gobierno. Me entero de que la antes independiente Casa de las Letras, de la que recibí la invitación al Festival, fue tomada desde hace tiempo por personas leales al gobierno. Recuerdo entonces al fervoroso-vanidoso amigo de Chávez que nos “saludó” el domingo y ya no me sorprende nada.
La autora crítica al gobierno me dice que con su arte sólo intenta poner orden en el caos que causa en ella la situación política y social.
Me siento en sintonía con las personas en la mesa y no quiero irme. El almuerzo se extiende. Mi intérprete debe recordarme repetidas veces que ya es hora de partir: debemos regresar al hotel y después seguir a una lectura.
Nos despedimos afectuosamente y corremos bajo la lluvia tropical a lo largo de una calle.
La LimoneraJunto a otros autores un pequeño autobús nos lleva poco después a una lectura en un complejo habitacional en las montañas. El complejo se llama “La Limonera” y al parecer el difunto presidente Chávez ordenó su construcción para familias de bajos recursos que quedaron sin techo debido a catástrofes naturales. A mitad de camino, se sube al autobús un hombre de aspecto atlético y cabello largo. Me aborda llamándome “camarada” y me explica con voz pretenciosa que dentro de poco me encontraré con personas que nunca habían estado en contacto con la cultura. Ahora el socialismo les lleva cultura. Pareciera que estuviese hablando de animales a quienes juntos pudiéramos civilizar. Profundamente conmovido me dice luego que ama a Chávez. Le digo: “Pero parece que no a todo el mundo le pasa lo mismo”. Se molesta y dice fervorosamente: “NOSOTROS lo amamos. NOSOTROS lo amamos.” A más tardar en este momento me doy cuenta que la situación en este país es totalmente diferente a todo lo que he conocido hasta ahora.
Las casas del complejo tienen dos años de construidas. Utilizo el diminuto baño de una de las familias que viven allí, porque se pensó en llevarles cultura a estas personas, pero no en poner un baño a disposición de los autores. La puerta del baño tiene ya un enorme agujero. Y la cerradura de la puerta también está dañada, cosa que compruebo unos momentos después: no puedo abrirla. La amable familia necesita largos minutos y la ayuda de herramientas para poder liberarme. Me siento incómoda y desconcertada. No necesito lujo, pero un Estado que ni siquiera puede fabricar puertas y cerraduras que funcionen me parece débil.
El recital de poesía y la apertura de la actividad se retrasan por la misma razón que la inauguración se retrasó: un político socialista, que estaba en el programa, nos hace esperar para terminar no apareciendo.
Hace frío aquí en las montañas. Nadie nos avisó con antelación y ahora morimos de frío. Entretanto ya se hizo de noche. Nadie nos ofrece algo de comer. Tenemos hambre. También tenemos sed, pero nadie nos ofrece algo de beber. De pronto ya no puedo más y colapso. Necesito recostarme.
El recital comienza tarde, pero comienza. Sin mí, pero los escucho. El director de la Casa de las Letras, presente en el evento, entona himnos de alabanza a Chávez. El numeroso público está entusiasmado. Se escuchan los primeros gritos de “Chávez”. Los poetas venezolanos invitados recitan poemas de alabanza a Chávez. Estoy recostada en el asiento de atrás del autobús que nos trajo aquí. Poco antes de mi turno, me obligo a salir del autobús y a subir al pequeño escenario al aire libre. Un pequeñín tambalea al micrófono y dice que Chávez una vez lo abrazó y que lo ama. La multitud está emocionada. Estoy segura que en cualquier momento en Venezuela Chávez será declarado santo y se convertirá en religión. Tengo la sensación de que nadie me creerá esto en Alemania. Pero en Alemania nadie tiene idea de lo que está pasando aquí.
Ya se hizo de noche. Durante el viaje de regreso al centro de la ciudad, que dura una hora, el socialista de cabello largo que ya había conocido camino a la lectura, reparte clementemente pequeños pedazos de pizza fría y vieja, como si estuviese repartiendo la Sagrada Cena. Siento ganas de reír, pero no puedo. Estoy hambrienta y sobre todo muerta del cansancio.

Miércoles por la tarde. Vamos en taxi a una escuela, en la que daré mi segundo taller. Somos mi intérprete, yo y una mujer hasta ahora desconocida que nos acompaña. Dice trabajar en la Casa de las Letras y tiene un aspecto pedantemente fiel a la línea, tal como me imagino a una funcionaria del Ministerio para la Seguridad del Estado (de la República Democrática Alemana). Me siento incómoda, en el sistema incorrecto y no tengo ganas de conversar. Prefiero ver por la ventana. Al borde de la calle veo repetidamente colas de personas. Que los venezolanos deben hacer cola para comprar papel higiénico, jabón y mantequilla es algo que ya escuché. Que tienen que hacer cola para poder tener un puesto en un autobús era algo que no sabía. Siento compasión, pero al mismo tiempo recuerdo a una venezolana que me dijo que la gente aquí se toma los inconvenientes con humor.
La escuela queda al borde de un barrio. El taxista tiene miedo de atravesarlo. Pasa una hora mientras conseguimos un camino más seguro a nuestro destino. Llegamos demasiado tarde.
Un profesor muy entusiasmado de unos cincuenta años aproximadamente nos espera en la calle. Nos grita permanentemente camino a la escuela como si fuéramos sordos. Entramos a las instalaciones. A causa de su construcción abierta y techos altos, el ambiente es insoportablemente ruidoso. Todo retumba. El profesor tiene que gritar para presentarnos a los estudiantes. La funcionaria socialista que nos acompaña tiene que gritar para alabar al gobierno. Tengo que gritar al recitar mis poemas e intentar conversar con aproximadamente ochenta chicos de trece años.  Es complicado, pero de alguna forma lo logro. Al finalizar el taller, el profesor me acerca una bandeja con pasapalos que los alumnos han preparado para nosotros. Estoy conmovida. Los alumnos son cordiales, quieren autógrafos y tomar fotos de recuerdo con sus teléfonos celulares. Al finalizar, el profesor me entrega solemnemente un montón de hojas metidas en una carpeta pegajosa. “Mis poemas”, me dice. “Puedes publicarlos en Alemania”. Siento que me exige demasiado, al fin y al cabo ni siquiera hablo español.
Otros eventos. Regresamos al hotel y poco después tenemos que seguir a la próxima lectura. Tiene lugar en el patio del Ministerio del Poder Popular para la Educación. Este evento no estaba en el programa del festival que me habían enviado.
Junto a tres autores internacionales hay diez autores venezolanos invitados que alaban a Chávez fervorosamente. El público está entusiasmado. Abandono la tarima antes de tiempo porque simplemente no puedo soportar la propaganda permanente. Me prometo nunca más viajar a una dictadura. Más tarde escucho a una cantante cantar con total entrega una canción de amor para Chávez.
Después de la actividad una mujer del público se acerca a mí. “Obama loco”, dice. Y luego dice: “Merkel loca”. A pesar de que no hablo español, conozco la palabra “loco” y sé lo que significa. La mujer espera que yo por lo menos asienta con la cabeza, expresando que estoy de acuerdo. Cuando en vez de eso digo “No”, me asusto porque siento que me va a atacar físicamente.
Jueves, viernes y sábado se llevan a cabo más recitales. Siempre están invitados, junto a nosotros, los autores internacionales, numerosos autores venezolanos que entonan cantos de alabanza a Chávez y llaman a la lucha de clases. ¿Será que es un intento de impedir que la gente siga dudando del resultado de las elecciones ganadas por el hijo de crianza de Chávez, Nicolás Maduro? ¿O de unirse a la oposición?
Cuando es mi turno en un teatro grande, ante un público bastante numeroso, después de dos horas de “poesía-propaganda”, digo: “Cuando nos amamos, no necesitamos ninguna lucha política”. Más o menos la mitad del público aplaude prudentemente. Los demás hacen un absoluto silencio. Un hombre se enfurece. Mi frase fue decente. Sin embargo, la siento casi peligrosa.
El Gobierno de Chávez comenzó a ofrecer en Caracas un festival gratuito (“la ruta nocturna de los museos”) los fines de semana. Tiene el objetivo de hacer posible a los jóvenes de los barrios el contacto con la cultura, sin costo alguno. Son precisamente este tipo de acciones las que en medio de todo reducen mi incomodidad, me hacen poner en tela de juicio mi creciente rechazo por este Estado. A mí estos festivales me parecen algo bueno. Incluso estoy contenta de presentarme allí.
Por la tarde tengo una entrevista con la televisora cultural más grande del país. Me dicen que debo decir frente a las cámaras lo que significa Chávez para mí. Me rehúso y le explico al empleado de la televisora que la poesía es independiente. Me ven con sorpresa. Una vez más tengo la sensación de estar en un mundo distinto al que conozco.
Aproximadamente tres mil personas, bien dispuestas, asisten en la noche. Están contentos de escuchar, después de la presentación de un grupo musical, poemas en alemán y su traducción. Estoy sorprendida de la increíble recepción que tengo —sin necesidad de exclamar ante el público “Chávez”, “Comandante” o “Presidente”. Los poetas de Francia y Palestina mantienen otra posición: el poetaslam francés es evidentemente fanático de Chávez, la poeta rapera palestina está feliz de que Chávez en algún momento tuvo una posición crítica con respecto a Israel. En general he comprobado que algunos de los autores internacionales sienten entusiasmo o al menos simpatía por Chávez, mientras que otros aún no se han ocupado de informarse sobre la situación política del país.
Como ya antes de emprender este viaje, me gustaría saber si hubo autores que rechazaron la invitación porque no quisieron viajar a este sistema.
Domingo al mediodía. Mi partida se aproxima. La despedida de algunos de los jóvenes colaboradores, quienes nos atendieron en la oficina del festival en el hotel, es cordial, casi familiar. Muchos de ellos fueron francos, comprometidos y bastante encantadores. Me siento irritada una vez más. ¿Es posible que gente tan simpática apoye a una dictadura y que eventualmente la ayude a construir? Ninguno de ellos quiso hablar sobre Chávez sin que yo se lo pidiera. Mi “colaborador favorito”, un verdadero sol, me pide que le recomiende más poetasslam: quiere invitarlos a Venezuela el año que viene, para organizar más talleres y eventos literarios para que la poesía slamsea conocida en el país.
Recuerdo al director de la biblioteca del Instituto Goethe, quien me dijo durante nuestro encuentro el martes, ya en confianza: “Ya escuchaste autores críticos. Pero ve también el otro lado; ellos te invitaron y están muy interesados en el tema de la poesía slam“.
Nos dirigimos en autobús hacia el aeropuerto. Como siempre cuando recorro Caracas, me llaman la atención las innumerables paredes de edificios que tienen grafitis e imágenes que alaban fuertemente a Chávez y a Maduro. La simbología recuerda a la de Corea del Norte, la antigua República Democrática Alemana, la Unión Soviética: los mandatarios se presentan desde una perspectiva que los hace tener un efecto abrumador. Hay que levantar la vista hacia ellos. Estoy feliz de no tener que verlas más. La propaganda es tediosa, parcializada, me altera.
Maduro, quien se aferra al poder, también tiene fama de tedioso. “Ni siquiera le gusta a mi abuela”, me comentó una venezolana. “Y ella fue una verdadera chavista”. Pero en las paredes de los edificios dice: “Chávez dijo que eligieran a Maduro”. Así que. Bueno.
La clase media se desangra bajo la situación política actual, me comentaron convincentemente: trabaja más de lo que es bueno para la salud y de todas maneras el dinero no le alcanza para vivir. Pero la clase baja es inmensa. Y por supuesto prefiere vivir, en vez de en la calle, en uno de los nuevos rascacielos sin ascensor construidos baratamente por el Gobierno. Y si los choferes de metro son presidentes y señoras que limpian influyen de forma decisiva en círculos literarios —y lo pueden hacer en la Venezuela actual, según me informaron de forma muy convincente— estamos frente a una especie de “Sueño Americano” que evidentemente motiva a muchas personas. Irónicamente. Porque se odia a los Estados Unidos.
Tal vez las limosnas y las acciones por los pobres sólo son una forma de tapar el hecho de que el Estado es profundamente corrupto. Esa opinión la escuché muchas veces de venezolanos. No puedo juzgar eso tras apenas unos pocos días en el país.
La joven colaboradora del festival que a mi llegada cambió tan desfavorablemente mi dinero me abraza fuertemente al despedirnos en el aeropuerto y me dice que tenemos que mantenernos en contacto, pase lo que pase. Estoy asombrada. ¿Será que tiene mala conciencia? ¿O tal vez no tiene consciencia de qué es justo y qué no? No lo sé. Más tarde alguien dirá: “Ni lo uno ni lo otro. Está echada a perder. El sistema político la ha deformado tanto que se acostumbró a ser falsa”.
Nosotros los autores no esperamos tanto como los demás viajeros. Pero igual al salir por el aeropuerto tenemos que esperar. Sólo en la cola del control de pasaporte pasamos una hora y media. Cansa. Altera. Otra media hora había pasado cuando revisaron nuestras maletas.
En general: equipaje: Todos tenemos más de lo que teníamos al entrar al país. Nuestros honorarios nos los dieron en efectivo, en moneda local. A causa de las diversas tasas de cambio existentes en el país no se puede cambiar ese dinero en ningún otro país del mundo. Así que no nos quedó otra sino gastar todo el dinero. Por supuesto fue divertido. Pero hubiésemos preferido utilizarlo para pagar nuestro alquiler.
De regreso en casa sigo preguntándome si verdaderamente acabo de visitar una dictadura. La omnipresente propaganda en Caracas me molestó inmensamente. Así como el hecho de que la política dominó de forma casi absoluta al festival, intentando vender propaganda como arte y así degradar al arte al nivel de propaganda. Pero, ¿eso es suficiente para decir que se trata de una dictadura?
Un oriundo, a quien le pregunté si en Venezuela existía una dictadura, gimió: “Ni nosotros mismos lo sabemos”.
Un autor de Haití con quien conversé opinó: “No puedes aplicar a una democracia latinoamericana la misma escala que a una europea” —¿Y por qué no?
La autora crítica al gobierno que conocí en el almuerzo organizado por el Instituto Goethe dijo: “Venezuela es una dictadura del siglo XXI, se oculta detrás de una máscara de democracia”.
No soy inexperta en el tema de entender sistemas políticos. Pero éste no lo entiendo. La sensación de confusión no quiere disiparse. Mientras más intento entenderlo, más tengo la sensación de que en mi cabeza hay un insecto gigante, que no quiere salir. Tal vez su nombre sea, de hecho, “dictadura”.