Publico articulo de Rafael Lopez Padrino, quien desmonta la farsa socialista en Cuba . El regimen chavista se ve retratado.
Fracaso del capitalismo de Estado cubano
Las variadas revoluciones del Siglo XX pusieron de manifiesto que era posible la expropiación de los medios de producción por parte del Estado sin que ello significase la socialización de los mismos y la emancipación de la clase trabajadora. Las experiencias históricas (socialismo real) demostraron que estos gobiernos mal llamados socialistas fueron incapaces de superar el régimen económico de dominación de clase, y abrir un proceso de transición hacia una sociedad sin explotación, ni opresión. Un buen ejemplo cercano ha sido el caso de la Revolución Cubana la cual acaba de arribar a sus 52 años de existencia con el anuncio de reformas que según los voceros oficiales “profundizarán el socialismo en esa isla”, entre ellas se destacan una profundización de la flexibilización laboral, la pérdida de conquistas laborales y el despido de 500.000 trabajadores al servicio del Estado. Estos 500.000 “trabajadores interruptos”, eufemismo utilizado por el gobierno cubano para no sincerar su condición de despedidos, deben de migrar “forzosamente” a los “micro-emprendimientos” o iniciar trabajos “por cuenta propia”, con un subsidio del 60% del sueldo durante 5 meses, a los trabajadores con 30 años de antigüedad (a menor antigüedad, menor porcentaje). Una “indemnización” no al modo del “estado de bienestar” europeo, o incluso latinoamericano donde el trabajador despedido disfruta de compensaciones económicas mayores. ¿Son estas medidas para reforzar el socialismo como afirman los voceros oficiales? La respuesta es no, simplemente constituyen signos inequívocos del fracaso de un capitalismo de Estado, que nunca constituyó una alternativa real de transición a una sociedad socialista.
Nada más alejado de la realidad que afirmar de que en Cuba operó un sistema socialista. Las características de este “modelo colapsado” nada tiene que ver con el socialismo como tal, sino con las deficiencias propias de un capitalismo de estado, donde el Estado se convirtió en el dueño de todos los medios de producción, impuso un sistema político unipartidista, profundizó la explotación salarial y conculcó el derecho de los trabajadores a una vida mejor (supuesto sujeto histórico). Este “modelo” en bancarrota, se baso en la falacia de que un Estado patrono y autoritario, controlado por un Partido único, constituye una forma de democracia para el pueblo trabajador, aún cuando le niegue los derechos esenciales a quienes dice representar.
La Revolución Cubana en ningún momento avanzó en un proceso que abriese las puertas a la socialización de los medios de producción y de otros aspectos de la sociedad cubana. El Estado cubano estatizó la economía y abolió la propiedad privada, sin embargo, obvio que las fuerzas productivas no pierden su condición de capital al convertirse en propiedad del Estado y que las estatizaciones no representan la abolición de la explotación, sino que constituyen una modalidad diferente de ella. Una verdadera emancipación del trabajo exige que los medios de producción se eleven a patrimonio común de la sociedad y que todo el trabajo sea regulado colectivamente, con un reparto equitativo del fruto del mismo. Esto nunca se logró en el proceso cubano.
En la Cuba revolucionaria, se estatizaron, pero no se socializaron los medios de producción. Dos tareas que parecen, a primer vista iguales pero que son diametralmente distintas. La socialización de los medios de producción es un acontecimiento distinto, cualitativamente diferente a cualquier estatización, porque afecta no sólo a la propiedad de los medios de producción sino a las relaciones de producción en las que están inmersos. Y este es su rasgo distintivo fundamental. A diferencia de la estatización, que puede ser realizada por cualquier clase social dominante en una sociedad, la socialización de los medios de producción es una tarea que sólo puede llevar adelante una clase social: los trabajadores.
Marx fue un critico vehemente del fetichismo estatizante, corriente muy en voga en estos tiempos de revolución facho-bolivariana: “La libertad consiste en convertir al Estado de órgano que está por encima de la sociedad en un órgano completamente subordinado a ella” (Marx: Crítica al Programa de Gotha, 1875). Además, Engels de manera meridana indicaba que con medidas de estatización del capital, las relaciones capitalistas no son eliminadas, son solamente unificadas en una cabeza (Del Socialismo Utópico al Socialismo Científico, 1880): “El Estado moderno, cualquiera que sea su forma, es una máquina esencialmente capitalista, es el Estado de los capitalistas. Y cuantas más fuerzas productivas asuma en propiedad, tanto más se convertirá en capitalista colectivo y tanta mayor cantidad de ciudadanos explotará. Los obreros siguen siendo obreros asalariados, proletarios. La relación capitalista, lejos de abolirse con estas medidas, se agudiza, llega al extremo, a la cúspide”.
Para los idolatras de las estatizaciones valdría la pena recordarle lo señalado por Engels “La nacionalización sólo representará un progreso económico, un paso de avance hacia la conquista por la sociedad de todas las fuerzas productivas, aunque esta medida sea llevada a cabo por el Estado actual, cuando los medios de producción o de transporte se desborden ya realmente de los cauces directivos de una sociedad anónima, cuando, por tanto, la medida de la nacionalización sea ya económicamente inevitable. Pero recientemente, desde que Bismarck emprendió el camino de la nacionalización, ha surgido una especie de falso socialismo, que degenera alguna que otra vez en un tipo especial de socialismo, sumiso y servil, que en todo acto de nacionalización, hasta en los dictados por Bismarck, ve una medida socialista. Si la nacionalización de la industria del tabaco fuese socialismo, habría que incluir entre los fundadores del socialismo a Napoleón y a Metternich. Cuando el Estado belga, por razones políticas y financieras perfectamente vulgares, decidió construir por su cuenta las principales líneas férreas del país, o cuando Bismarck, sin que ninguna necesidad económica le impulsase a ello, nacionalizó las líneas más importantes de la red ferroviaria de Prusia, pura y simplemente para así poder manejarlas y aprovecharlas mejor en caso de guerra, para convertir al personal de ferrocarriles en ganado electoral sumiso al gobierno y, sobre todo, para procurarse una nueva fuente de ingresos sustraída a la fiscalización del Parlamento, todas estas medidas no tenían, ni directa ni indirectamente, ni consciente ni inconscientemente nada de socialistas. De otro modo, habría que clasificar también entre las instituciones socialistas a la Real Compañía de Comercio Marítimo, la Real Manufactura de Porcelanas, y hasta los sastres de compañía del ejército, sin olvidar la nacionalización de los prostíbulos propuesta muy en serio, allá por el año treinta y tantos, bajo Federico Guillermo III” (Del socialismo Utópico al Socialismo Científico, 1880).
La mal llamada actualización del modelo económico cubano significa que el capitalismo de Estado con ribete socialista de la isla caribeña ha fracasado, que dicho modelo, al igual que muchos otros, fue incapaz de crear las condiciones necesarias para lograr una democracia socialista, es decir una sociedad más equitativa, justa y libertaria.
PD: La solidaridad incondicional para con Cuba frente las agresiones del imperio norteamericano, no implica un espíritu acrítico, ciego, y mudo ante un proceso que después de 52 años ha consolidado un modelo de sociedad alejada diametralmente con una democracia socialista, caracterizada por la socialización del poder político, económico, jurídico, ideológico y cultural.
José Rafael López Padrino