lunes, 14 de noviembre de 2016

La postración dialogante

Cuando planteamos que solo con  la presión popular se lograría el cambio en el 2016 lo hicimos conscientes de que en la cúpula de la MUD predominaba el colaboracionismo. Los acuerdos que los venezolanos conocimos ayer 13 de noviembre de 2016, y que son producto de la segunda reunión plenaria de la mesa de diálogo entre la cúpula de la MUD y la cúpula representante de las mafias que gobiernan el país, evidencian que se busca un pacto de élites para que no haya ningún cambio político de forma inmediata, como lo demanda más del 80% de la población venezolana.

De esta forma, la cúpula de la MUD cohonesta políticamente todo el discurso gubernamental sobre la "guerra económica" cuando en unos de los puntos del acuerdo de marras se habla de "combatir toda forma de sabotaje y boicot a la economía venezolana". Es decir, la crisis económica que vive el país no es producto de la destrucción del aparato productivo que ha ejecutado el chavismo durante 17 años debido a una política económica de carácter antinacional, sino del sabotaje. Un sabotaje que, según el discurso de la dictadura madurista, ha ejecutado justamente la cúpula de la MUD que firma ese acuerdo. Asistimos entonces a la postración de la cúpula de la MUD ante la dictadura.

Días antes de la segunda reunión de las cúpulas, escuchamos al Secretario Ejecutivo de la MUD diciendo que "se acabó la tregua". Pues esa supuesta "tregua" duró muy poco o no existió, ya que tras bastidores, que es donde se está realizando el verdadero diálogo y la negociación cupular, se acordó (lo vemos en los hechos) que no habría más movilizaciones de verdadera presión convocadas por la MUD; que a cambio de ello se liberarían a algunos presos políticos (aunque Carlos Ocariz prefirió llamarlos detenidos para no molestar a la dictadura) y se repetirían las elecciones en Amazonas (o sea, se acepta que hubo fraude, como lo ha dicho el PSUV).

También se aceptó la acusación de que la MUD y la población venezolana, que se oponen mayoritariamente a esta dictadura, son las responsables de la crisis económica y la destrucción del aparato productivo. Se aceptó un hipócrita llamado a la paz leído justamente por un fascista de marca mayor como Jorge Rodríguez, el mismo que dirigió el asalto a la Asamblea Nacional. Otra cosa que aceptó la cúpula de la MUD fue que la Asamblea Nacional incurrió en desacato, tal y como lo decidió la oficina de asuntos jurídicos del PSUV, el TSJ.

Distintos voceros de la cúpula de la MUD (nótese que venimos hablando del G4, es decir, de la cúpula, no de la MUD como instancia unitaria) ha dicho que la "estrategia" que han definido no niega las acciones de calle como "complemento" del diálogo. Pues desde que la cúpula de la MUD acudió al llamado de la dictadura a dialogar no se ha convocado a ninguna manifestación popular, a pesar de que varios partidos dentro y fuera de la MUD, asi como distintos sectores sociales, han manifestado la necesidad de que se retome la agenda de calle para lograr lo principal: que el cambio urgente sea en 2016 a través del referendo revocatorio. Solo hemos visto al movimiento estudiantil convocando a movilizaciones de calle con 3 exigencias: libertad de presos políticos, salida electoral a la crisis y ayuda humanitaria.

La actitud de la cúpula de la MUD se llama postración. No hay otra forma de llamar a todo esto que acabamos de describir. Una postración dialogante en la cual no se plantean perspectivas de cambio político. Una postración dialogante en la cual se da un frenazo a la presión popular.

Y muchos se preguntarán qué hacer. En primer lugar construir una nueva dirección política, amplia, realmente unitaria e incluyente. En segundo lugar, que dicha dirección política se dote de una estrategia en la cual el principal mecanismo de lucha contra la dictadura sea la presión popular en la calle, sostenida, sistemática, contundente, que logre poner contra la pared a la dictadura para arrancarle lo que ha secuestrado: el derecho al voto, el derecho a revocar en el 2016, establecido en la Constitución. En tercer lugar, es necesario  articular las luchas sociales con la lucha por el cambio político. Luchar por mejorar las condiciones de vida de la población es urgente. Hay que arrancarle a la dictadura conquistas reivindicativas como: aumento salarial, presupuesto justo para la educación y la salud, entre otras exigencias.


El único lenguaje que una dictadura entiende es el de un pueblo movilizado, dirigido por un liderazgo que represente sus intereses y los del país en su conjunto.  La historia de Venezuela y el mundo está llena de ejemplos donde el protagonismo popular ha logrado derribar férreas dictaduras.  A diferencia de los voceros de la cúpula de la MUD y de la dictadura, que desconfían de la capacidad del pueblo de salir de regímenes autoritarios y dictatoriales, estamos convencidos de que solo con la presión popular se logrará el cambio urgente que anhela y necesita nuestro país. En eso estamos comprometidos.

René Cedillo
@ReneCedilloR

miércoles, 9 de noviembre de 2016

Un salvavidas para los poderosos

Seguramente el lector, al leer el título de este artículo, pensará que hablaremos de la serie televisiva estadounidense de los años 90 Baywhatch, donde los protagonistas se dedicaban a salvar vidas en las playas de Santa Mónica, California. Pues no. Hablaremos sobre algo menos banal y más trascendental para el pueblo venezolano: el diálogo.

No estamos en contra de que en política se dialogue. Es algo natural que eso pase. Nuestra experiencia como dirigente estudiantil en los años 80, como dirigente sindical y político en los últimos años nos dice que el diálogo es inherente al quehacer político. Y el diálogo en general es un mecanismo utilizado en determinados momentos y por determinados actores, de acuerdo a las circunstancias, de acuerdo a un contexto en específico.

El diálogo, como tal, se instrumenta en virtud de una correlación de fuerzas. No es lo mismo plantear el diálogo en circunstancias de debilidad frente al adversario, que proponerlo en momentos de desarrollo de una ofensiva política que acumula una fuerza material capaz de cambiar lo establecido. Analicemos tres momentos en que se ha planteado el diálogo en Venezuela. 

En Venezuela, cada vez que hay una ofensiva política de calle de la oposición, el Gobierno grita ¡diálogo! Lo hizo después del 11 abril de 2002 con un crucifijo en la mano, cuando la plutocracia criolla, encabezada por Carmona Estanga, traicionó una hermosa y valiente insurrección democrática. Lo hizo entre diciembre de 2002 y febrero de 2003, en medio de lo que se conoció como “Paro Petrolero” (una huelga general de carácter insurreccional mal dirigida, pero eso es harina de otro costal), en la mesa de diálogo promovida por Lula Da Silva y el “Grupo de Amigos de Venezuela”. Vemos en este caso, que un defensor del Gobierno venezolano le hace el trabajo al régimen y pide diálogo, para evitar mostrarse como débil ante la ofensiva política opositora. Incluso antes de ese paro ya estaba instalada la Mesa de Negociación y Acuerdos auspiciada por la OEA y el Centro Carter. Fueron meses de negociación, de diálogo entre representantes opositores y el Gobierno de Chávez. ¿Quién salió ganando de ese diálogo?: el régimen encabezado por Hugo Chávez. 

Estos diálogos sirvieron al régimen para ganar tiempo, recuperarse política y económicamente. Le dio tiempo al Gobierno despótico de Chávez (nótese que no lo caracterizamos en aquel momento como una dictadura), que le sirvió para preparar toda una ofensiva, orientada a mantenerse en el poder a propósito del Referendo Revocatorio del año 2004. Dicha ofensiva, que resultó efectiva, dio como resultado lo que conocemos como las misiones. Esta política social llamada Misiones, acompañada de toda una ofensiva propagandística y financiera, fue la base para la campaña en favor del NO en el revocatorio de 2004, ganado por Hugo Chávez. 

Asistimos entonces a una clara estrategia política del régimen: ante la movilización democrática y popular del pueblo, el régimen pide diálogo para salvarse. Sin temor a equivocarnos, afirmamos que el diálogo entonces se convirtió en el reiterado salvavidas del régimen. 

Veamos otro momento político y su relación con el diálogo. En febrero de 2014 los jóvenes venezolanos dieron muestra, una vez más, de su disposición a luchar por un verdadero cambio en Venezuela. Dicha disposición se expresó con movilizaciones de calle en todo el país. Inicialmente estudiantiles y juveniles. Pero poco a poco se fueron incorporando vastos sectores sociales, convirtiéndose las movilizaciones en claras manifestaciones democráticas y populares que exigían un verdadero cambio a la situación de miseria, de hambre, de delincuencia, al abuso de poder de parte del Gobierno de Maduro. Importante agregar que buena parte de esas movilizaciones fueron acordadas en Asambleas Ciudadanas que se llevaron a cabo en todo el país. Resalta que esta ofensiva democrática fue asumida por una parte de la oposición y fue satanizada por la cúpula de la MUD. La respuesta del régimen fue la brutal represión. El saldo: alrededor de 40 manifestantes asesinados, cientos de heridos y miles de presos políticos. Lo que algunos llamamos#LaRebeliónDelPueblo y los medios popularizaron como #LaSalida, fue una gesta heroica que la dictadura reprimió de forma brutal y contó con “aliados” opositores, al acudir éstos raudos nuevamente a un "diálogo" en el propio Palacio de Miraflores.

Como toda dictadura, el cinismo fue elocuente y mientras Maduro ordenaba reprimir y encarcelar a opositores a través de la GNB, la PNB y los colectivos fascistas, llamaba igual al diálogo y a la paz. Nuevamente el Salvavidas es utilizado por los de arriba. Ante una ofensiva de masas, de calle, con una disposición a la lucha de parte del pueblo que exige un cambio profundo y de raíz del actual estado de cosas, la dictadura madurista gritó ¡Diálogo! Y desde la cúpula de la MUD le lanzan nuevamente el Salvavidas. Resultado en 2014: tiempo para que la dictadura se mantuviera estable en el poder, más penuria para el pueblo que sufre la peor crisis económica y política de su historia, presos políticos, asesinados, perseguidos y exiliados.

Llega 2016 y el pueblo mantiene intacto su espíritu y disposición de cambio. Esperanzado en el revocatorio como mecanismo constitucional, democrático y pacífico para salir del actual Gobierno, salta todos los obstáculos para lograr esta meta. Demuestra en la calle y de forma contundente, masiva y democrática, que quiere salir de la dictadura de Maduro. La mejor demostración se da el 1° de septiembre, cuando más de un millón de personas, otra vez, plena las principales autopistas de Caracas. Con la toma de la ciudad capital se evidenció de nuevo el rechazo a la dictadura madurista. La ofensiva de calle se repite el 26 de octubre pero con la Toma de Venezuela. En todo el país el pueblo salió a las calles de las principales ciudades del país en clara demostración al mundo su deseo de un cambio urgente.

Durante todo el año 2016 la dictadura viene gritando ¡diálogo! Sabe que esta vez también será su salvavidas. Sabe que necesita tiempo para que llegue el auxilio internacional de los imperialismos (gringo, ruso, chino) que se disputan a Venezuela como botín. Es lo que ha prometido a la oligarquía internacional. Y para el mejor reparto, necesita un salvavidas que le ha dado resultado: el ¡diálogo! 

Este nuevo grito vuelve a tener eco en la cúpula de la MUD. El mismo eco se repite. De pronto, en esta instancia opositora se apagó la exigencia del revocatorio. Se le dio un frenazo a las movilizaciones populares. Se frenó al pueblo en su disposición de insurgir definitivamente contra este estado de cosas e instaurar una verdadera democracia. 

Nótese que cuando ha aparecido la palabra diálogo en el escenario político venezolano de los últimos años, viene de parte del régimen este llamado de auxilio, y lo hace cuando es clara y contundente la presión popular, democrática y combativa del pueblo. No lo hace en otras circunstancias. Lo hace cuando un pueblo en la calle muestra su disposición de lograr la superación positiva del actual régimen. Sabe bien la dictadura del clima preinsurrecional existente y del poco apoyo que tiene del pueblo. 

Pero en sectores de la oposición (casualmente casi los mismos actores que son parte de la cúpula de la MUD) “aceptan” el diálogo que suplica el régimen para salvarse. Desecha esta cúpula, como otras veces, el protagonismo popular, que es en definitiva el que ha dado resultado efectivo a la hora de impulsar los cambios. 

Reflejan un claro temor a la fuerza, al poder, a la capacidad que tiene el pueblo de lograr el cambio político que anhela y merece Venezuela. Creen más en su “capacidad” de negociación, que tiene a ojos vista, un tufo a colaboracionismo. Define esta cúpula una estrategia inconexa, sin ilación, incoherente, sin valoración de los distintos frentes de lucha y sin buscar una amplia articulación de fuerzas políticas, sociales, gremiales, sindicales, comunitarias, más allá de los “predestinados” partidos decisorios llamados G4. Obvia el llamado que distintos sectores han hecho de construir una Unidad Superior. 

Asistimos hoy, nuevamente, a un diálogo apaciguador. Parte de una estrategia política colaboracionista que no responde al interés de lograr un cambio profundo. Una estrategia política cuyo pivote ha sido la pelea por el hegemonismo en la lucha por las candidaturas presidenciales adelantadas, olvidando el papel protagónico del pueblo organizado. 

Ante estas circunstancias, ante el diálogo apaciguador y colaboracionista, urge una dirección política operativa, calificada, ágil y capaz, que sea reconocida por su temple y seriedad, que realmente quiera la salida de la dictadura y no su continuación, que esté consustanciada con los intereses nacionales, democráticos y populares de la mayoría de la población venezolana. Esta dirección política no puede constituirse bajo el criterio de la suposición de una “potencial” fuerza electoral, sino sobre la base de su autoridad política y la capacidad de conducir este torrente popular de cambio hacia la victoria. 

Es momento entonces de definir con quién se está en la lucha. Con los de arriba o con los de abajo. Nosotros nos ponemos, como siempre, del lado de los intereses de los trabajadores, de los explotados y de los que quieren un cambio urgente, de las mayorías. Vamos a luchar con los de abajo. Con el pueblo llano y sencillo. Porque de él depende la salvación de Venezuela. Porque el pueblo es el verdadero y real salvavidas de la patria.


René Cedillo
@ReneCedilloR